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Y ahora si, aquí tienes 1 Emoción, 3 Frases y 1 Reflexión para considerar esta semana.
UNA EMOCIÓN:
Estás conduciendo en la autopista y de repente, tienes la compulsión inexplicable de desviarte y chocar con los autos del carril opuesto. No tienes intención realmente de hacerlo, solo fue una sensación casi suicida que surgió de repente, como un impulso, o una llamada un tanto diabólica.
Si te ha sucedido, entonces has experimentado lo que los franceses llaman l’appel du vide” que podríamos traducir como “la llamada del vacío”, una especie de fuerza difícil de explicar que nos incita a hacer cosas peligrosas pero que en el fondo nos sirve para recordarnos que no siempre es bueno dejarse llevar por el instinto.
TRES FRASES:
Viktor Frankl, psiquiatra, neurólogo y autor austriaco:
"El hombre no simplemente existe, sino que siempre decide como será su existencia, en qué se convertirá en el próximo momento. Del mismo modo, todo ser humano tiene la libertad de cambiar en cualquier momento"
Robert Wright, autor estadounidense, acerca de R.A.I.N: un proceso de cuatro pasos para emplear la atención plena en tiempos difíciles:
RAIN. Primero Reconoce el sentimiento. Después Aceptas el sentimiento (en lugar de tratar de alejarlo). A continuación Investigas el sentimiento y su relación con tu cuerpo. Finalmente, la N significa No identificación o, de manera equivalente, No apego. Lo cual es una buena nota para terminar, ya que no estar apegado a las cosas fue la receta universal del Buda para lo que nos aflige ".
Y otra más de Robert Wright, acerca del amor duradero, que puedes leer aquí.
UNA REFLEXIÓN:
Para su cumpleaños número 13, a Ana Frank, una refugiada de los campos de concentración Nazi, sus padres le hicieron un curioso regalo: un "libro de autógrafos". Aunque los padres de Ana pretendían que el regalo le sirviera para recolectar las firmas y memorias de sus amigos, ella tenía planes distintos: desde el momento en el que lo vio por primera vez, supo que su destino sería convertirlo en un diario.
El 12 de Junio de 1942, Ana escribió la primer linea del que se convertiría con los años, en uno de los diarios más queridos y famosos del mundo: “Espero poder confiártelo todo como aún no lo he podido hacer con nadie, y espero que seas para mí un gran apoyo." 24 días después, en medio de los despreciables actos de la segunda guerra mundial, Ana y su familia se vieron obligados a ocultarse en un estrecho ático en el almacén de su padre, Otto.
El pequeño e improvisado diario rojo y blanco de Ana, la acompañó a lo largo de los casi dos años y medio que pasaron ocultos en Ámsterdam y después, al ser descubiertos, en los campos de concentración de la Alemana Nazi. En ese diario - escribe el Autor Ryan Holiday- escuchamos sobre la difícil situación eterna del refugiado, se nos recuerda la humanidad de cada individuo (y cómo las sociedades la pierden de vista) y nos inspira, e incluso nos avergüenza, ver la alegre perseverancia de una niña en medio de las circunstancias, mucho peor de lo que cualquiera de nosotros podría imaginar.
"Puedo sacudirme todo mientras escribo, mis penas desaparecen, mi coraje renace" Ana Frank.
Otto, su padre, más tarde revelaría que Ana no escribía en su diario cada día. En cambio, acudía a él como una forma de terapia: escribía cuando estaba triste, cuando algún problema rondaba en su cabeza, cuando estaba confundida, cuando necesitaba poner en orden sus pensamientos y emociones y darles una salida más amable.
"El papel -escribiría Ana en un deslumbre de sabiduría- tiene más paciencia que la gente".
Mientras tanto, Viktor Frankl, tal vez al mismo tiempo que Ana, encontraba también en la escritura una forma de sobrevivir a las calamidades de la segunda guerra mundial. Como un refugiado de los campos de concentración, Viktor Frankl muy pronto advirtió que para sobrevivir a los eventos que le tocaba soportar, tenía que encontrar un propósito que lo mantuviera en pie de guerra, resistiendo. Así que se propuso escribir y reflexionar acerca de la vida de los prisioneros en los campos de concentración. Las anotaciones que hizo, más tarde desembocarían en otro de los libros más queridos: el hombre en busca del sentido.
Viktor Frankl no atribuye a la escritura las razones de su supervivencia, lo hace al hecho de haber encontrado un propósito al cual aferrarse; sin embargo, sería injusto decir que escribir de manera frecuente no lo ayudó a mantenerse a flote y a procesar no solo la experiencia de los demás prisioneros, sino, sobre todo, la suya.
Después de todo algunos de los pasajes más iluminadores del libro, parecen ser testigos silenciosos de que escribir ayudaba a Frankl a procesar sus vivencias de una manera que le permitiera continuar esperando el día, si llegaba alguna vez, de su liberación.
"Realmente no importaba lo que esperábamos de la vida, sino lo que la vida esperaba de nosotros. Necesitábamos dejar de preguntarnos por el significado de la vida y, en cambio, pensar en nosotros mismos como aquellos a quienes la vida cuestionaba, todos los días y cada hora. Nuestra respuesta debe consistir, no en hablar y meditar, sino en la acción y la conducta correctas. La vida significa, en última instancia, asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a sus problemas y cumplir con las tareas que constantemente establece para cada individuo".
Para Viktor y Ana, ambos testigos de primera mano de los horrores del holocausto, escribir un diario pudo haber marcado una diferencia. Quizá fue precisamente esta práctica la que los ayudo a procesar el trauma, a mantener la cordura y en el último de los casos, conservar la esperanza, es decir, a intuir que algo positivo podría surgir de eventos tan abyectos. Las investigaciones actuales, sugieren que, de hecho, esto es posible.
Un estudio de la Universidad de Cambridge concluyó que escribir un diario ayuda a las personas a mejorar su bienestar después de eventos traumáticos y estresantes. Los participantes que escribieron sobre esas experiencias durante 15 - 20 minutos observaron mejoras en su salud física y psicológica. Por otro lado, un estudio de "The Journal of Social and Personal Relationships" encontró que la escritura enfocada en encontrar resultados positivos de situaciones negativas disminuye la angustia emocional, y por último, una investigación del Journal of Experimental Psychology encontró que la escritura reflexiva reduce los pensamientos intrusivos sobre eventos negativos y mejora la memoria de trabajo. Estas mejoras, liberan recursos cognitivos para otras actividades mentales, entre ellas nuestra capacidad para afrontar el estrés de forma más eficaz.
Escribir es un gran aliado cuando se trata de regular nuestras emociones, procesar eventos traumáticos y estresantes, y para encontrarle una salida satisfactoria y positiva a pensamientos que no nos dejan de perseguir. De alguna manera es como si la energía de las emociones y el pensamiento, la trasladáramos del cuerpo y el cerebro, al papel. Escribir es terapéutico, porque al plasmar nuestras angustias y reflexiones, se siente, aunque sea por un momento, como si realmente las hubiéramos expulsado de nosotros.
En cuanto a mi, escribir, sin duda es uno de los recursos mas preciados que tengo, descubrí sus efectos cuando hace años, en la universidad, en medio de la angustia que cada tanto me asaltaba por las noches, tomaba un cuaderno cualquiera y escribía, hasta encontrar la tranquilidad.
Hoy, lo mismo que la meditación, esta práctica se ha afianzado en mi rutina: tengo 2 diarios, un pequeño libro azul en el que escribo una línea por día, y un cuaderno en el que me tomo la libertad de escribir páginas enteras sobre reflexiones personales, sobre mis emociones, sobre los temas filosóficos y espirituales que me preocupan. Pero más allá del valor de lo que escribo, conservo este hábito, pues reconozco que actúa como un bálsamo que le trae sosiego a la mente y al cuerpo.
Tampoco escribo cada día, ni tengo un orden particular. A veces dejo de escribir por 4 o 5 días y en ocasiones lo retomo compulsivamente y escribo varias veces en un día. No quiero convertir esta práctica en una fuente de tensión más, así que acudo a estos cuadernos solo cuando siento que hay algo que escribir, con libertad, sin presionarme... ¿cómo podría, después de todo, ser una práctica terapéutica, si me roba libertad?
Vale la pena darle una oportunidad, en especial si creemos que se ajusta a nuestra personalidad. Si es el caso, si deseas explorar esta práctica, te obsequio tres ejercicios con los que puedes comenzar. Son 3 ejercicios muy sencillos:
1. Escritura expresiva
2. Diario de 5 Minutos
3. Escritura de atención plena
Los puedes encontrar haciendo clic aquí.
Y si nunca has escrito, o sientes que no tienes facilidad para eso, no hay de que preocuparse, no estamos tratando de ganar el Nobel aquí. La misma Ana Frank, alguna vez se cuestionó esto mismo, y al final, lo resolvió:
"Escribir en un diario es una experiencia realmente extraña para alguien como yo. No solo porque nunca había escrito nada antes, sino también porque me parece que más adelante ni yo ni nadie más, se interesará en las cavilaciones de una colegiala de trece años. Bueno, no importa. Tengo ganas de escribir."
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Gracias por compartir tan excelente contenido. Es de los pocos correos que leo de principio a fin y que deja conocimiento. ¡Felicidades!