Octubre 28, 2020: 1 Emoción, 3 Frases y 1 Reflexión
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UNA EMOCIÓN:
Lachesism
Algunas personas experimentan el deseo extraño de verse envueltas en el desastre: un accidente de tráfico, un incendio o alguna tragedia cualquiera de la que salgan con vida.
A esta emoción oscura se le conoce como lachesism, las personas que la experimentan, no desean morir, solo que una calamidad los alcance y se libren de ella.
De donde surge es un misterio, puede que aquellos que la experimentan perciban en su vida una monotonía o desesperanza tan abrumadora que erróneamente los haga creer que solo un evento enorme y trágico hará que recuperen la chispa de vitalidad y el propósito de vida que que han ido perdiendo poco a poco.
¿Y tú, alguna vez has sentido lachesism?
TRES FRASES:
Arthur Schopenhauer, filósofo alemán:
“Felicidad e infelicidad, no es más que el ratio entre lo que demandamos y lo que recibimos.”
Denis Waitley, autor, escritor y orador estadounidense:
“Cambia lo cambiable, acepta lo incambiable y aléjate de lo inaceptable.”
Mark Twain, escritor estadounidense:
“He tenido muchos problemas en mi vida, la mayoría de los cuales, nunca sucedieron.”
UNA REFLEXIÓN
Hace unos días me desperté a las 3.30 am y no conseguí volver a dormir. Me dio insomnio. En otros años, el insomnio era algo muy frecuente, a veces lo padecía 3 o 4 veces cada semana y en los peores días, no conseguía dormir en toda la noche.
Tenía bien aceptada la posibilidad de que un día cualquiera, el insomnio llegara, pero a pesar de eso, la forma en la que lo enfrentaba era invariablemente la misma: me desesperaba, me obligaba a dormir (algo que ya sabemos, nunca funciona), daba vuelta tras vuelta en la cama y me sentía ansioso porque al día siguiente tendría poca energía para encarar el día.
Entonces, un día, en un retiro de respiración y meditación al que asistí, alguien dijo:
"Sufrimos porque somos incapaces de aceptar lo que las vida nos pone enfrente, si un día no puedes dormir, muy bien, entonces no duermas, ya dormirás mañana".
Este mensaje tan sencillo, hizo un clic inmediato en mi mente y entonces resolví: la siguiente vez que tenga insomnio, solo dejaré que el insomnio esté ahí, no me reprocharé, no me preocuparé...
Y así lo hice. Desde aquel día, ya hace unos años, mi relación con el insomnio cambió. Si un día llega, ya no doy vueltas, mientras culpo a mi mente estúpida que no para de pensar. En su lugar, me ajusto los audífonos, reproduzco una lista de reproducción de Spotify y me dejo llevar. Si esto no da resultado, tomo el kindle y comienzo a leer, si la lectura consigue desconectar mi mente del ciclo de pensamientos repetitivos que me impiden dormir, entonces, estoy de buena suerte, en un par de minutos conciliaré el sueño.
Pero hay días en los que ni la música relajante, ni la lectura tranquilizan mi mente incesante y repetitiva. En esos días, salgo de la cama, me siento en silencio y comienzo a meditar, algunas veces pongo un mantra (como este y este) que se repite una y otra vez, y en otras ocasiones solo me enfoco en mi respiración, en mi cuerpo, en las sensaciones que vienen y van.
Después regreso a la cama y acepto lo que venga, por suerte, por lo general, hacer alguna de estas cosas me regresan al sueño y al día siguiente, siempre que es posible, me despierto un poco más tarde de lo normal.
A estas alturas, aprendí a aceptar que el insomnio es uno de esos eventos que invariablemente acudirán a mi. Hace años eran la norma, hoy, me ocurre cada tanto, pero no ha desaparecido por completo y es probable, que nunca lo haga. A veces tengo algún desequilibrio hormonal, a veces mi reloj biológico se confunde, a veces tengo un pensamiento del que no consigo desconectarme, entonces se que es probable que en esos días, el insomnio me vuelva a visitar, como esos viejos amigos que desaparecen por largos periodos, pero nunca nos abandonan por completo.
Y este es el principal aprendizaje que he obtenido al enfrentar mi insomnio: que cuando no podemos cambiar algo, lo mejor que podemos hacer es cambiar como nos relacionamos con ello.
Es decir, si no puedo desterrar al insomnio definitivamente, lo mejor que puedo hacer es cambiar mi relación con él: cuando sea que llegue, tengo la opción de ofuscarme y desesperarme o de -en la medida de lo posible- tomármelo con tranquilidad, y hacer algunas actividades que me regresen la calma y reduzcan mi actividad mental.
Este principio de cambiar nuestra relación con los eventos que nos aquejan, a mi parecer, está en el centro del crecimiento personal, del desarrollo de la inteligencia emocional e incluso del desarrollo espiritual. Hay experiencias y recuerdos de los que no podemos deshacernos, e incluso si hacemos un trabajo profundo y un día estamos seguros de que los hemos superado, puede que en algún momento de descuido aparezcan de nuevo y nos atormenten por algunas horas o algunos días.
Después de todo, son experiencias que padecimos y quedaron impresas en el cerebro y no podemos extirparlas de ahí, por ejemplo, como quien extirpa un tumor, así que, lo mejor que podemos hacer es cambiar nuestra relación con todo aquello que el cerebro y cuerpo almacenó por su propia cuenta.
Los filósofos estoicos tenían algo llamado la dicotomía del control: para cada evento desafiante que enfrentaban, ellos solían preguntarse: ¿qué de esto está bajo mi control y qué no lo está? para ellos, el secreto de la felicidad consistía en dedicar nuestra energía solo a aquellos aspectos de nuestra existencia que controlamos.
Y los pensamientos, las emociones, los recuerdos y las experiencias que el cerebro ha almacenado pertenecen a esa esfera de lo que está por encima de nuestro dominio, no tenemos un botón de encendido y apagado para alejarlos, cuando mucho, podemos influirlos y cambiar como los percibimos.
La naturaleza nos programó para pelear o huir de aquello que nos desagrada o nos hace padecer, pero este enfoque a lo largo de los milenios, ha resultado en una buena fórmula para sufrir aun más, a veces, por lo tanto, es conveniente ir en contra de las tendencias que heredamos y actuar como adultos maduros:
Supongamos que un día cualquiera asistes a una fiesta, y a ese lugar se presenta un invitado que te desagrada, en ese momento se abren dos posibilidades: discutir con él y amargarnos la tarde, o podemos enfocarnos en cambiar nuestra relación con esa experiencia: podemos elegir como reaccionamos, que hacemos y cuanto tiempo permanecemos ahí.
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